Llevaba más de cuatro años sin consumir hasta que hace tres meses volví a probarlo. Desde entonces habré repetido dos o tres fines de semana. Cierro los ojos y dejo que todo suba lentamente. Saboreando cada sensación y la sensación más repetida es la de un completo vacío emocional. Me he preguntado muchas veces por qué lo hago y por qué cuando no lo hago lo anhelo tanto si está lejos de saciarme. He llegado a la conclusión de que añoro la parte en la que lo comparto con otra persona. Ese momento de clandestinidad cómplice alrededor de algo que ambos sabemos finito creo que es la parte más divertida. La conversación previa con las justificaciones vanas. Las excusas, los autoengaños. Se aprende mucho de ellos y de las personas que no dejamos de hablar ni un segundo mientras lo hacemos.
Supongo que no sorprendo a nadie si digo que me encanta compartirlo a medias con un ligue. Y no, no estoy refiriéndome al sexo. Aunque lo haya después. O antes. O durante, vete tú a saber. Incluso si no lo hay, que es lo más habitual. Siento cierta fascinación por la decadencia que mostramos. Las risas flojas que se nos escapan y las promesas absurdas que realizamos sin ton ni son. A oscuras, de madrugada, apurando hasta el último momento: la mentira que se construye alrededor (cuando se construye, que tampoco es sencillo) es tan mágica que si fuera real nadie se lo creería.
Cómo todas las adicciones está no es más que otra forma de llenar artificialmente un hueco. Me imagino esos vacíos como volcanes: unos apagados, otros dormidos y otros activos. Terremotos internos y señales que pasamos por alto. Vamos con todo porque no nos llega para poder ir a medias. El lujo de no poder relajarnos. De ese robo nunca hablamos. No mentiré y diré que controlo porque no es así. Apenas controlo nada. Ni siquiera la elección de aquello que me ha de enganchar.
Llevaba más de cuatro años sin consumir.
Por lo que yo he visto, al margen de la sustancia consumida, decidir dejar una adicción es iniciar una lucha diaria hasta el día que la cascas. Y en el camino lograr que no sea esa mierda la que te lleve a la tumba.
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Desde luego es una lucha. Lo peor es tener que tocar fondo o al menos sentirlo para empezar a combatirla.
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Reblogueó esto en eXtemporáneay comentado:
Me acuerdo de mi consumo. El mío casi siempre un consumo solitario.
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