1. Prólogo

Siempre he querido hablar sin filtros.

Y sin embargo, nunca lo he conseguido. Este es el enésimo intento y ya he fracasado antes de empezar porque he decidido ocultar mi nombre (primer filtro) y falsear datos de las historias que voy a contar (segundo filtro). Quiero auto convencerme de que haciendo esta concesión a mi yo cobarde podré alcanzar otras metas. Pero una meta que no pretendo alcanzar es la de que alguien lea este blog. Para empezar porque estamos camino de 2022 y ya nadie lee blogs. Aunque eso no debería importarme, la verdad. Porque nunca nadie ha estado muy atento a un blog que yo haya escrito y os prometo que ha habido unos cuantos. El caso es que he decidido iniciar un blog en la era de tiktok porque no dejo darle vueltas a una idea absurda que quiero vestir de romántica en la que vuelve la moda de querer ser escritores intensos y/o ingeniosos y está vez pretendo estar desde el principio. Sí. Ya sé que nadie me conocería en esa dimensión paralela que habita mi mente porque he decidido usar un pseudónimo pero es igual. Cada cual tiene sus fantasías. El caso es que hablaba de las metas que quería alcanzar y quizá la primera de ella sea decir lo que pienso aunque use escenarios inventados para hablar de ello. ¿Qué más da si pasó en Praga o en Berlín?

Así que aquí me tenéis. Intentando ser amable para presentar este blog como esos propietarios de un nuevo restaurante que decidieron emprender un camino en la hostelería tras desengañarse de su carrera de oficinista. Con la sonrisa nerviosa y desesperada que busca en tu mirada una señal, la que sea, que le garantice que ese salto al vacío que decidió dar no fue una locura y que todo saldrá bien. Bueno, por lo menos yo no necesito que esto salga bien porque no he invertido un duro en esta ocurrencia. Lo único que necesito es conseguir ser honesto. A mis taytantos años nadie ha conseguido convencerme que eso sea lo mismo que ser sincero. Porque lo que sí puedo prometer es que voy a mentir todo lo que pueda.

Avisados estáis.